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Crónica "El pito del tren que Barbosa Sder. se rehúsa olvidar".

  • Crónica
  • 5 oct 2016
  • 8 Min. de lectura

EN SUS 76 AÑOS BARBOSA AÚN SE REHÚSA A OLVIDAR EL PITO DEL TREN.

Por: Diana García Niño.

Que nostalgia recordar, lo que nos hace vivir.

Así comienza la historia de nuestros abuelos, con un recuerdo incesante que se cuela a través de los poros de un municipio pujante. Lo que ayer importaba, hoy no es más que el sonido melancólico de la historia, recogido como pétalos en las páginas del presente.

En 1934, Barbosa se caracterizaba por ser uno de los municipios más pequeños de Santander y uno de los más diminutos de Colombia: su área solo consta de 63 km2 (escasamente unas 6300 hectáreas), limitando con el departamento de Boyacá, a una distancia de 285 km. de Bogotá y de 214 km. De Bucaramanga, la capital del departamento.


Caminar por sus calles era adentrarse en una población relativamente urbana. Se podía sentir el veloz y cálido viento del progreso de este bello pueblo; en aquella década. Transcurría en Barbosa el hecho sociocultural más importante en mucho tiempo: la llegada del tren generó un crecimiento notable y un cambio total para la existencia y el buen desarrollo de lo que hoy es Barbosa.

Eusebio Niño, que hoy en día tiene más de 60 años, fue la persona encargada de revivirnos esa memorable década, Carismático, gordo y alto, de pelo negro, con lágrimas en sus ojos va contado todo lo que vivió en esa época, para él y su familia “lo que más importaba era la llegada del tren”…


Tres generaciones de máquinas de trenes llegaron por primera vez a la estación: la máquina de vapor que luego fue reemplazada por la de diésel y posteriormente por la eléctrica: las tres trasportaban principalmente a comerciantes, empresarios y personal del común, quienes traían productos básicos como: Sal yodada, sal de cocina, Azúcar, Ganado, algodón, repuestos para carros, productos de mercado de , agricultura, cerveza y, carbón (utilizado para alimentar los trenes) Pero también servía para las tradicionales romerías, eso trayectos católicos entre Chiquinquirá, Boyacá y Barbosa, donde muchos católicos iban con el fin de cumplir alguna promesa o como tradición cultural y religiosa.



“Cuando llega el tren me trasladaba con mis amigos, todos teníamos entre 10 y 13 años, y éramos los encargados de ser guías turísticos y maleteros”, cuenta Eusebio Niño con el sentimiento a flor de piel, ya que tuvo la fortuna de acompañar a trabajar a su padre, Carlos Niño, por más de 27 años en los que laboró al servicio de los ferrocarriles. Su padre era funcionario de los ferrocarriles nacionales.


Para continuar profundizando en el desarrollo de Barbosa y principalmente de la estación del tren me cité con el comunicador social y escritor barboseño José Oscar Fajardo; con una notable convicción me fue contando acerca de sus investigaciones sobre la historia de Barbosa y el tren, “Barbosa antes de la llegada del tren hace unos 75 años era un terreno plano, de solo monte según me cuenta mi padre. Conocí el tren porque nací en la estación del tren, frente a la virgen, recuerdo que el servicio del tren se prestaba todos los días, y que había una romería de gente que venía de varios lugares del país: existían varias clases de trenes y locomotoras, las de vapor que eran las que más habían y las de diésel con que contaba Barbosa. Estas fueron las últimas en llegar, y prestaban un servicio muy importante para los pasajeros y sus mercancías por allá en 1937”.


Doña Aura Rosa Gonzales, una abuelita muy querida me cuenta que conoció la estación del ferrocarril en 1954: “Estuve vendiendo cerveza, tinto en las mañanas en la estación del ferrocarril, en ese entonces valía a centavo el tinto, mi esposo trabajó en el ferrocarril 35 años, tuvo varios trabajos como: obrero de cuadrilla, celador, manejó una planta eléctrica, y como fogonero de máquinas de vapor”, explica. Con lágrimas en sus ojos, tras recordar a su esposo, invita a todos a que visiten “Barbosa Santander” y principalmente su casa, la réplica de la estación del tren, para que se den cuenta cómo el amor y la sangre ferroviaria no ha acabado para muchos barboseños.


El Tren trajo consigo un sin numero de actividades que impulsarían nuestro desarrollo, por ejemplo, en 1961. Salvador Plaza fundó el Carnaval, que hoye en día se conoce como Festirio y que se realiza; sagradamente todos los años (el 1 de enero.) como una versión pequeña del carnaval de Barranquilla. También surge la apertura de la sede de la universidad industrial de Santander, UIS que sirvieron como puntos de desarrollo estratégico en Barbosa.


Con la llegada del tren, también se abrió paso a otros sucesos importantes y hasta leyendas hoy por hoy reconocidas por todos los barboseños, desde la llegada de los yerbateros hasta los brujos que han hecho de Barbosa su casa, como es el caso del señor Peña, un brujo que marcó la historia debido del municipio.



Y qué decir de los maleteros y mendigos, los mismos que le ofrecían a los pasajeros ir a las casas de citas: case vidrio, mate mango, mate limón y varios bares más, que entraban en la noble lista de sitios que prestaban estos servicios, adornados por mujeres cuyos labios eran fuente de diversión para muchos turistas y visitantes. Esto generó desarrollo para el comercio ya que muchas de las personas que viajaban lo hacían expresamente para disfrutar de tales servicios.


Una de las leyendas más comentadas por los barboseños es la de la maleta rosada: cuentan nuestros abuelos que una mujer se fue para Bogotá y que constantemente enviaba cartas a su familia en Barbosa, y entre tantos envíos y de forma confusa, llegaron a ella unos zapatos rojos, zapatos que la llevarían a la muerte, ya que fue asesinada por un mal entendido. El asesino al darse cuenta que había matado a la mujer equivocada y sin escatimar sentimientos, decidió cortarla y enviarla por pedazos a su tierra a: “Barbosa”, lo cierto es que la maleta llegó a su destino, pero no fue días después, hasta que sé que empezaron a sentir olores fuertes, cuando la policía llegó al sitio, e inspeccionó lo sucedido. Muchos dicen que la han visto merodeando por las calles, y otros opinan que solo es una leyenda.


Leyendas; tan vivas como aquel silbato del tren de Barbosa, acontecimientos presentes en nuestra memoria, un recuerdo que nos dice “Volveré”, tal como lo imaginaría la profesora Carolina Muñoz y lo reflejaría en su película, siendo apenas una niña, por aquella década, sabía perfectamente que nuestro pasado era ineludible, un pasado que nos marcó de una forma fantástica.

Carolina Muñoz, hoy licenciada y magister en lingüística, nos comparte lo siguiente: “Desde muy pequeña mis padres me contaban que viajaban en el tren, todo lo que se del tren se lo debo a mi padre, que para esa época ya manejaba. Me llamó la atención saber la historia real de Barbosa, así que me di a la tarea de recopilar información y datos puntuales, arranque haciendo entrevistas, al mismo tiempo leyendo todo lo que calara en lingüística social con el fin de sintetizar y de ser lo más neutral posible”.


Durante este encuentro con Carolina una mujer medio alta, rubia, delgada con anteojos y un rosto muy hermoso, carismática y de una lenguaje muy profesional, me di cuenta de ese amor que ella le tiene al tren, porque tiene muchos trenes y muchas fotografías de ese entonces y con nostalgia y orgullo me da a conocer su inspiración en Barbosa, una investigación que ella presentará y dará a conocer muy pronto en su primer libro.


Continuando con mi recorrido por esta bella ciudad me detengo en 1969, por estas fechas viajaba alias “cotorra” por la línea férrea Barbosa Chiquinquirá - Bogotá… “Cargué maletas, tuve el honor de cargar una de las maletas de una cuenta bancaria a unos que llevaban y traían dinero, estuve mucho tiempo trajinando en las casillas ( planchón que movía los diferentes trenes) cuando existía el personaje “Señor Niño” quien ayudaba en la estación, lástima que a mi lado murieron 2 grandes amigos, uno se resbaló y lo cogió la mitad de la casilla y el otro al pasar el tren lo arrolló, yo era el más avispado y por eso sigo con vida, y vivo con honor y se lo agradezco a mi Dios”; Actualmente alias “cotorra” bajo, moreno, delgado y de un carisma impresionante usa constantemente ropas viejas y una particular gorra llena de mucho mugre, que según él es el regalo más preciado que tiene, es rebuscador en el terminal de transporte de Barbosa.


En Barbosa muere el tren debido a la destrucción de un puente metálico ubicado en el sector llamado provincia, el deterioro de las bases produjo que el puente se derrumbara. Pasados los años, el deterioro de la estación se intensificó debido a la falta de interés de los gobernantes.

Debido a la época de construcción de la estación de Barbosa, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, esta arquitectura se denomina republicana por su relación con la situación política y cultural del primer siglo de la República. Es una arquitectura ecléctica que tuvo influencias francesas, italianas y anglosajonas, y aunque con el paso del tiempo se ha ido deteriorando, aún se puede contemplar el "sueño arquitectónico" que una vez representó la construcción de la estación.


En 1994, por acto administrativo de la resolución 013 del 16 de agosto se actuó en calidad de proponente; Y posteriormente mediante el decreto 746 del 24 de abril de 1996, se declaró como monumento nacional el conjunto de Estaciones del Ferrocarril existentes en el país, nombradas luego como “bien de interés cultural de carácter nacional”. El decreto firmado por la exministra de educación María Emma Mejía Vélez, rigió a partir de la fecha de su publicación, sin embargo, hoy en día la estación se encuentra: en total abandono, varios edificios que conformaban su arquitectura han sido derribados.


La locomotora que hoy en día aún conserva Barbosa es uno de los monumentos a la base fundamental de nuestra cultura, pues Barbosa debe su vida social, comercial y cultural a ese tren… Su historia, sus leyendas y su legado han traspasado generaciones, el Pito se aproxima… como un recuerdo fugaz e involuntario, tan pasajero como llovizna, tan perdurable como rayos de sol en la piel, nuestros habitantes aún mantienen viva su presencia, así lo demuestran las conversaciones que sostuve con “Cotorra”, con Carolina Muñoz, con Doña Aura, con José Oscar Fajardo, y con Eusebio Niño, tan presente como aquellas canciones que nunca pasan de moda, como esa frase que nunca dejamos de usar, como algún camino que antes solíamos recorrer.


Y por siempre seguiré escuchando ese Pito, aun grabado en mi mente y en el corazón de todos los Barboseños, esa tal vez sea la mayor diferencia que ellos tienen.

Al entrar al lugar la magia que como las personas de la tercera generación sentían y contaban; la pude sentir, a flor de piel los nervios y sentir ese frio en la manos por esa llegada del tren tan imaginada y tan soñada fue la que me hizo recordar todo lo que a mis oídos llegaron a contarme, inmediatamente me llevo a esa época donde lo que más importaba era la llegada del tren, también fue bastante desolador ver como esta estación que durante muchos años fue tan primordial para el buen desarrollo, ahora ya no es más que solo una casa en total abandono, donde muchos de los barboseños anhelan tener aún. En la parte principal de la estación al ser arreglada hace algunos años atrás conserva esa emblemática forma y estructura al interior también se puede evidenciar que constantemente ahí palomas que sobre vuelan la estación que para mucho es un espectáculo maravilloso, pero por lo visto y lo investigado queda en evidencia y claro por qué los Barboseños de la tercera generación piden que reconstruyan este monumental, ya que solo al entrar, aun estando en esas condiciones, se generan grandes sensaciones de recuerdo y de mucha nostalgia, y nosotros debemos ser ese pito que jamás se volveré a escuchar.

 
 
 

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